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lunes, 7 de septiembre de 2015

TRIBUTO A LOS SAICOS; 50 AÑOS DE "DEMOLICION"


Este 2015 se cumplen exactamente 50 años del lanzamiento de "Demolición", la emblemática canción de Los Saicos y como homenaje a ese legado histórico, el sello CAL Comunicaciones anuncia el lanzamiento de un álbum tributo a los cuatro de Lince con la participación de Vaselina, Los Manganzoides, Los Silver Mornings, El Hombre Misterioso, Los Protones, Campodónico entre otras bandas nacionales que han aportado al disco versiones especiales de las 12 canciones que Los Saicos publicaran en su momento de máximo esplendor allá por los años 64-66.

Como dato adicional, el colectivo Rock Achorao está organizando con la colaboración de CAL Comunicaciones, un evento con todas las bandas involucradas en el lanzamiento, la fecha es el 10 de octubre y el local es el Salón Inca ubicado en el Centro de Lima. Al respecto, se viene rumoreando que al evento asistirá César "Papi" Castrillón, miembro de Los Saicos. 

Por otro lado y en simultáneo, se viene gestionando la presentación de éste álbum en la Expo del Perú en Colombia a través de los colectivos Rock Achorao, VUNP (Vale Un Perú) y El Rockadero.

Más información en los próximos días. Atentos.

miércoles, 22 de junio de 2011

THE MADS: LA MEJOR BANDA DE ROCK PERUANO QUE NO CONOCES*



Muy poco se habla de The Mads, la única que se codeó de igual a igual con las bandas más importantes del planeta. Fueron invitados por los Rolling Stones a compartir experiencias musicales con la crema y nata de Inglaterra, fueron anunciados para el festival de la Isla de Wight de 1970 e hicieron amistad con Elton John, Ginger Baker, Jack Bruce, Mitch Mitchel, Carmine Appice, Steve Winwood, Jeff Beck, entre otras personalidades del ámbito musical británico.

Nunca grabaron un Long Play, pero se filtraron algunos demos suyos en compilatorios de la época. Hoy, el sello Repshycled que dirige Andrés Tapia, anuncia el lanzamiento de un CD incluyendo las canciones rescatadas de los archivos musicales de ésta fabulosa banda peruana. A continuación, un articulo que Carlos Torres Rotondo, el autor del libro "Demoler", publicara hace unos días en la última edición de la revista Dedo Medio. El texto está completo y en ella se cuenta con objetividad y lujo de detalles, una de las páginas más alucinantes que se hayan escrito sobre la historia del rock bicolor. Presta atención, viaja a través del tiempo y difundela que esta historia la deben conocer las nuevas generaciones, deber de todo buen peruano.

THE MADS: LA MEJOR BANDA DE ROCK PERUANO QUE NO CONOCES
por Carlos Torres Rotondo

Esta es la historia del secreto mejor guardado de la escena musical local. El relato del auge y caída de la banda peruana que llegó más lejos que ninguna en el firmamento rockero universal. Los Rolling Stones los descubrieron y luego los llevaron como teloneros a Inglaterra. Dennis Hopper hizo de presentador en uno de sus conciertos, y eran amigos de Elton John. Solo la mala suerte les impidió tocar en el mismo escenario, de igual a igual, con Chicago, Miles Davis, Emerson, Lake & Palmer, The Doors, The Who, Jethro Tull, y Jimi Hendrix. Y hasta el baterista de Procol Harum estuvo dispuesto a renunciar a su banda para unirse a ellos. Y no, no los conoces todavía.

The Mad’s fue, sin duda alguna, el mayor grupo de culto de la primera escena del rock en el Perú. Y “de culto” quiere decir de argolla, de capilla, de cenáculo, caleta: no llegaron a sacar ningún disco, no tocaron en matinales, y su exclusivo público eran únicamente las chicas lindas y los chicos malos de familia bien de la Lima prevelasquista. Estaban poseídos por el ritmo vertiginoso de los sesenta y su telepatía como músicos alcanzaba en vivo niveles alucinantes. Su psicodelia era a la vez la más ácida, la más fuerte y la más fina; tanto así que estaban destinados a ser el primer grupo peruano en internacionalizarse. En 1970 viajaron a Inglaterra invitados por los Rolling Stones, que los habían visto en vivo el año anterior durante su viaje al Perú. Estuvieron programados en el festival de la Isla de Wight, uno de los más importantes de la historia del rock. Grabaron en los estudios de Stargroves, el castillo de Mick Jagger, de donde los Stones acababan de salir con el Sticky Fingers bajo el brazo. Pero de pronto, luego de una temporada tocando en los mejores clubes de Londres, los Mad’s optaron por disolverse misteriosamente, dando lugar a un reguero de leyendas, rumores y versiones parcializadas. Por eso esta crónica es una reparación de la memoria y un intento de aproximación a la verdad. He aquí su historia, tal como me fue referida por Alex “Tito” Ventura (manager, segunda guitarra y coros) y Billy Morgan (bajo y primera voz).

DE LINCE A LAS ESTRELLAS
Comenzó en 1965, cuando Lince era el epicentro del rock en el Perú. Los hermanos Manolo y Alex Ventura vivían en la calle Miguel Iglesias y a cuatro cuadras a la redonda ensayaban Los Saicos, Los Belton’s, Los Belkings y Los Steivos. Algo se respiraba en el ambiente. Sus amigos viajaban y traían discos de The Beatles, The Rolling Stones, The Turtles, The Troggs y The Kinks que acababan de ser lanzados en Estados Unidos e Inglaterra. Manolo tocaba la guitarra desde pequeño y fue natural que al promediar los quince años decidiera formar una banda. Fue así que comenzó a ensayar con Fernando “Loco” Gadea y Toño Zarzar. Se bautizaron Los Mad’s, es decir, los locos. El apóstrofe, que de alguna manera cambia el sentido de la palabra, era de uso común entre los grupos peruanos de la época.

Pero algo faltaba, quizás lo más importante. Su mayor influencia eran los grupos ingleses y necesitaban un cantante bilingüe. La incierta recomendación de un amigo acabó siendo providencial. Cierta mañana Manolo buscó a Billy Morgan, a quien no conocía hasta aquel instante, en el Lima Cricket Club y le ofreció el puesto de cantante y primera voz. Billy era un chico del Roosevelt de familia norteamericana que había vivido casi toda su vida en el Perú. Era un buen músico y tenía actitud. Paralelamente, Alex, el hermano mayor de Manolo, comenzó a trabajar como manager buscándoles contratos.

Siguió el que, paradójicamente, es el instante de mayor presencia mediática de su carrera. Aparecieron en Lo mejor de la semana, El Clan del 4, Ritmo en el 4, el Show de Guido Monteverde y otros programas de televisión. Como en el set solo hacían fonomímica, horas antes grababan sus pistas en el estudio de Pedrín Chispa -la práctica totalidad de aquellas cintas, tanto de ellos como de otros grupos, ha desaparecido de manera definitiva. Además, registraron algunos demos de manera artesanal. Poco después, dos de aquellas canciones, The last time y I got that feeling, salieron en un disco compilatorio llamado Ritmo a gogó, editado por El Virrey, sin que la banda llegara a enterarse. Sin embargo, ambos temas acabaron siendo durante varias décadas la única grabación de Los Mad’s a la que podía acceder un coleccionista. Y claro, era un Mad’s primigenio que aún estaba buscando su propio sonido, un sonido que no encontró en el estudio sino en sus presentaciones en vivo.

Manolo avanzaba en esa nueva dirección. A fines de 1966 el grupo sufrió una dramática reorganización. Salieron algunos integrantes, entraron otros y su música evolucionó hacia un nivel tan propio como definitivo. Alex, además de manager de Los Mad’s, tocaba primera guitarra en Los Steivos, la banda dirigida por Frank Privette, con quienes llegó a grabar dos discos sencillos: Por tu amor/Dame un besito y GTO/Soy tu hombre. Como Alex ya se sabía las canciones del grupo, Manolo lo llamó para que tocara la segunda guitarra, viéndose así obligado a abandonar Los Steivos y contribuyendo con una base rítmica esencial para la expansión las canciones. En abril de 1967 ingresó al grupo Richard “Bimbo” Macedo quien, al saber tocar polirritmos, aportó un sabor latino especial. Tenía, además, un natural talento de showman: hacía solos y daba vueltas alrededor de la batería.

Ya con esta formación pasaron de llamarse Los Mad’s a The Mad’s y dejaron de ir a la televisión y a las matinales, aunque en realidad solo fueron a una. Ocurrió la mañana en la que estrenaban su uniforme negro con botas blancas (poco después las cambiarían por unas negras) y camisas con bobos. Se ubicaron en el escenario tal como siempre lo harían en adelante: Manolo al lado derecho; el baterista y Billy Morgan en el centro, y Alex en el extremo izquierdo. Habían arrancado los primeros acordes de You really got me, de The Kinks, cuando un chico que no se tomó a bien los uniformes se levantó de la platea y llamó a Manolo marica. El guitarrista tiró su instrumento, saltó encima del muchacho y comenzó a golpearlo sin cesar hasta que llegaron sus amigos y lo sacaron a rastras. A partir de ese incidente decidieron no tocar para cualquiera y jamás pisar otra matinal. Solo los escucharían los entendidos, los que pertenecían a su círculo, los que estaban conectados con ellos. Y no tenían miedo a quedarse sin público.

Ya eran un grupo de culto. Su música había cambiado radicalmente. Todas sus versiones tenían arreglos propios. La química inmediata les otorgó una comunicación mental indistinguible de la telepatía. Su conexión se volvió absoluta. Hacían lo que querían. Incluso tenían una canción con una sola nota a la que le cambiaban los acordes. A veces se reunían a tocar, Manolo hacía un jam, Billy le improvisaba una letra y al siguiente ensayo ya tenían una canción. Alex cambiaba el ritmo cuando quería y la canción sonaba diferente dependiendo de la ocasión. Hacían música sin limitaciones y el placer era tan grande que no estaban pendientes de cualquier equivocación. Cada instrumento por separado parecía estar tocando una canción distinta, pero todos ensamblados alcanzaban una nueva dimensión. Con una cohesión tan sólida, solo ensayaban cuando iban a sacar un nuevo tema. Normalmente lo hacían en las casas de las chicas que eran sus fans. Ya habían llegado a las estrellas. Tenían todas las herramientas para sonar bien. Usaban, por ejemplo, un sistema Guyatone, de Japón, y amplificadores de 100 watts estereofónicos con dos cajas de cuatro o doce pulgadas celestion speakers, que compraron con los ahorros de sus bolos.

LAS CHICAS MÁS LINDAS Y LOS CHICOS MÁS MALOS
Principia aquí su temporada como el grupo de rock más exclusivo de Lima. Todos se pasaban la voz pero solo los conocidos podían entrar a sus fiestas. Los demás, por su parte, solían colgarse de las paredes, y esto está comprobado. No paraban con ninguna otra banda pero los rodeaba un núcleo fijo de amigos que eventualmente los ayudaban como plomos. Tocaban en las fiestas de los colegios pitucos, en las reuniones de la aristocracia, en el Lima Cricket Club, en Los Cóndores de Chaclacayo e incluso en embajadas. Su público femenino eran chicas del San Silvestre, Roosevelt, Villa María, Santa Úrsula y otros centros de estudio similares. En cuanto a los hombres, eran normalmente chicos maleados de familias con poder. La pandilla de los Gatopardos, por ejemplo, eran fijos, y a veces se armaban peleas enormes. Pero ellos, desde el escenario, se enrollaban con la música y se alimentaban de todo lo que flotaba en el ambiente. Una vez, por ejemplo, estaban tocando en el colegio Villa María con toda la multitud en pleno gritando los coros de una canción que ya se había prolongado varios minutos. Cuando se detuvieron, la gente la seguía cantando. Al no poder empezar otro tema, volvieron una y otra vez sobre el mismo coro, expandiendo la música como si fuera un mantra. Parecía que nunca iban a terminar. Y de hecho, continuaron hasta que se impuso el cansancio físico.

Solían tocar durante cinco horas con breaks de quince minutos. Tenían un repertorio de ochenta y dos canciones, todas memorizadas, hasta el punto de que jamás utilizaron track lists. Manolo o Billy decían: “esta va”, y un segundo después sonaban los primeros acordes. Tocaban las canciones siempre de modo distinto y de acuerdo al ambiente, cambiando indistintamente la música o la letra. El virtuosismo de Manolo era cada vez mayor y sorprendía a todo el mundo. A veces, en medio de un solo, cinco muchachos se paraban enfrente con la boca abierta, casi como diciendo: y qué pasó aquí.

A principios de 1968 comenzó a funcionar el club Galaxy, luego llamado Tiffany, que inmediatamente se convirtió en el templo de la psicodelia nacional. Sólo dos bandas llegaron a tocar en este escenario: Los Mad’s y Traffic Sound, que se intercalaban viernes y sábados. El Galaxy fue el altar donde el público rockero más exigente los canonizó. Influenciados por su propuesta ácida y refinada, muchos decidieron emularlos cantando composiciones propias en inglés. Sin embargo, un acontecimiento capital iba a cambiar el destino de Los Mad’s impulsándolos aún más allá.

A VECES UN GRAN IMPULSO
El 15 de enero de 1969 Mick Jagger y Keith Richards, acompañados por sus respectivas parejas, Marianne Faithfull y Anita Pallenberg, arribaron al aeropuerto Jorge Chávez con la intención de realizar una breve visita turística. La finalidad del viaje era aliviar las fuertes tensiones que estaba experimentando el grupo por sus problemas con la ley y la inminente expulsión de Brian Jones. Sin embargo, la recepción que encontrarían en Lima tampoco sería muy amable. Su atuendo desaliñado, según los cánones de la época, provocó su inmediata expulsión del hotel Crillón. Tuvieron que refugiarse en el Bolívar, donde Mirko Lauer les hizo una entrevista para Caretas. La prensa de la ciudad, en general, dio una amplia cobertura que brilló por su moralina, provincianismo y falta de objetividad.

Una noche, mientras se encontraban tocando en un concierto al aire libre en Ancón, los Mad’s escucharon desde el escenario que Jagger y Richards estaban en el público. No pudieron conocerlos. Se armaron seis broncas sucesivas en la audiencia, por lo que decidieron no moverse y seguir con su presentación, acostumbrados a los disturbios que normalmente causaban sus actuaciones.

Una semana después calentaban en el Galaxy esperando que su inspiración fuera creciendo poco a poco. Cuando el local se hallaba repleto de bote a bote y ellos habían alcanzado el punto más iluminado de su recital, alguien les anunció que los Stones estaban entre el público y los señaló apoyados en una esquina. Al terminar el set, Jagger y Richards se aproximaron y hablaron con Manolo. Les había gustado su música. Los querían en Inglaterra. Se ponían a su disposición. Imposible negarse.

Iban a comenzar una carrera en las ligas mayores. Se dedicaron a preparar no tanto un viaje como una mudanza. Sus familias apoyaron su decisión basados en la incertidumbre que les provocaba las reformas de Velasco. Organizaron su despedida en el auditorio del colegio Santa Úrsula. La actuación se realizó el jueves 18 de diciembre de 1969. Las cámaras de televisión, después de algunos años, volvieron a estar presentes. Contra la costumbre, el grupo decidió grabar la presentación. Subieron con sus uniformes negros con camisas blancas con bobos y ejecutaron una presentación impecable. En el intermedio regresaron a los camerinos y se pusieron ropa de calle para hacer de la despedida un evento más informal. De pronto, alguien tocó la puerta. Entraron sus amigos, acompañados por un norteamericano al que, hurgando en la memoria, reconocieron como uno de los actores de Rebelde Sin Causa y Easy Rider. Era Dennis Hopper, quien se encontraba en el Perú trabajando en la producción de The Last Movie, filme maldito que determinó una larga pausa en su carrera como director. El actor los saludó y los felicitó. Le había gustado su música. Lo invitaron a que dijera algunas palabras al público, que lo reconoció enseguida. Hopper habló por el micro y presentó la segunda parte del espectáculo. El sábado 20 de diciembre tocaron en el Tiffany. Sería su último concierto en Lima. A las pocas semanas Manolo y Macedo estaban en Londres esperando luz verde para que se les unieran los demás miembros de la banda.

A principios de 1970 Alex se encontraba en la casa de su amiga Cece de la Fuente, que le daba lecciones de inglés, cuando Manolo lo llamó por teléfono desde la oficina de Marshall Chess, encargado del management de los Rolling Stones para Estados Unidos, para decirles que querían que fuesen inmediatamente. La verdad, no imaginaban que los llamarían tan pronto. Billy y Alex partieron sin dudarlo, llegaron a Londres en el mismo avión y fueron recibidos en el aeropuerto por Manolo y el baterista. Ya reunidos, los cuatro amigos se dirigieron al estudio de los Rolling Stones en Bermondsey Street, cerca de la estación de Metro de Waterloo, donde hicieron una audición frente a unos impresionados Marshall Chess y Trevor Churchill, quienes emocionados con su sonido les dijeron que iban a invertir en ellos miles de libras. Se la tenían que tomar en serio. Comenzaron a ensayar todos los días mañana y tarde en una sala donde tenían todas las herramientas a disposición. Encontraron en un rincón el órgano de los Procol Harum y un armonium, instrumento que trabajaba con cintas y que era usado para hacer efectos psicodélicos. El nuevo ambiente los hizo evolucionar una vez más. Manolo se volvió un compositor prolífico y sus canciones cambiaron el sonido del grupo que, por contigüidad semántica sugerida por Marshall Chess y Trevor Churchill, pasó de llamarse Mad’s a Molesto.

Estaban en el centro de la movida de aquel Swinging London crepuscular. Los cuatro músicos se mudaron a un apartamento en un tercer piso ubicado a tres cuadras de Picadilly Circus, en Shaftesbury avenue, la calle donde estaban las mayores tiendas de instrumentos musicales de Londres. Se insertaron rápidamente en la escena. Tocaban en el Lyceum y en el Roundhouse teloneando a los Rolling Stones. Sus maestros, The Kinks, se presentaban en un club a la espalda de su casa. Solían visitar a Elton John. Paraban con los ex Cream Jack Bruce y Ginger Baker, a quien Alex encontró un día inyectándose cocaína en su bañera. Mitch Mitchell y su esposa eran fijos en sus reuniones. Los jams estaban a la orden del día. Manolo solía tocar con Steve Winwood y Brian “Blinky” Davison, el baterista de The Nice; Billy Morgan lo hizo con Jeff Beck y Carmine Appice. También recibieron la visita de una docena de fans peruanos que los había seguido para continuar la aventura. El más destacado, Wayo Salas, ex gatopardo y futuro campeón de karate, vivió un tiempo con ellos.

Entonces se presentó la gran oportunidad. Marshall Chess les consiguió un contrato para tocar en el Isle of Wight Festival, compartiendo escenario con, entre otros, Taste, Lighthouse, Chicago, Family, Procol Harum, Cactus, John Sebastian, Joni Mitchell, Miles Davis, Ten Years After, Emerson, Lake & Palmer, The Doors, The Who, Sly and The Family Stone, Free, Jethro Tull, Donovan y Jimi Hendrix, quien había sido una de sus mayores influencias y daría en esa oportunidad su último concierto antes de morir.

El festival se desarrolló durante cinco días, del 26 al 31 de agosto de 1970, ante una audiencia aproximada de seiscientas mil personas. Los llevaron por todo lo alto en un carro de la Segunda Guerra Mundial que se había usado para transportar cadáveres de soldados y que para la ocasión había sido tapizado con alfombras. Se ubicaron en el backstage, en una amplia zona cercada donde dormían con los demás músicos. Tenían todo preparado, desde las canciones hasta la ropa. Debían tocar el tercer día en el mismo grupo que Ossibisa, una banda de afrobeat con más de quince miembros. Poco antes de que les tocara subir, los encargados de la organización les anunciaron que había overbooking. Como Ossibisa tenía más tiempo y en comparación ellos eran nuevos en la escena inglesa, no pudieron subir al escenario.

HACIA EL GRAN SILENCIO
Les esperaban peores noticias. No habían tocado en Wight pero el grupo estaba sonando mejor que nunca. Su repertorio estaba constituido por material propio. Lou Reizner, el productor de los primeros discos de Rod Stewart y manager de Mamma Cass, los llamaba insistentemente para trabajar con ellos. Pero algo pasó. Uno de los integrantes se metió en dos problemas seguidos con su visa, que ya había caducado, y tuvo que regresar al Perú. Se habían quedado sin un miembro. Y para un grupo con su nivel de química eso era una tragedia. Pese al contratiempo, no se desanimaron y buscaron soluciones. El baterista de Procol Harum, que tocaba en la misma sala de ensayos y los escuchaba continuamente, les propuso integrarse, no como reemplazo, sino de forma permanente. Con esta novedad, fueron donde Marshall Chess y Trevor Churchill para anunciarles que el impase había sido solucionado. Chess replicó exigiendo un baterista peruano, ya que de lo contrario estarían rompiendo la imagen del grupo. Siguieron intentando. Hicieron multitud de llamadas por teléfono pero no pudieron encontrar a ningún baterista peruano en Inglaterra. En medio de ese trance, Manolo viajó a Amsterdam y, por pura casualidad, entró a un club de jazz donde estaba tocando Manongo Mujica, joven percusionista que se encontraba estudiando en Europa. El guitarrista le habló, le vendió el proyecto y lo convenció para que lo acompañara a Londres.

De nuevo se pusieron a ensayar desde la mañana hasta la noche y ahí comenzó a notarse el desbalance. Manongo entró al grupo con un oído de jazz y una técnica increíble. Ya con el nuevo baterista, el manager les encargó algunos demos para mandar a diferentes clubes y facilitar las contrataciones. Les prestaron la Rolling Stones Mobile -que fue el primer estudio móvil completo acondicionado en un autobús y que se usó para grabaciones en vivo de varios grupos, entre los que destacaban Led Zeppelin, Deep Purple y Bob Marley. También les cedieron Stargroves, el castillo de Mick Jagger, donde hallaron una sala de grabación muy completa y atestada de instrumentos. Registraron cuatro canciones, de las cuales desecharon una. A su regreso a Londres hicieron algunas presentaciones en el Roundhouse, en el Speakeasy y en el Marquee.

A fines de 1971, cuando apenas tenían veinte o veintiún años, decidieron colgar las guitarras. Con la nueva formación las vibraciones habían cambiado. Las diferencias musicales eran demasiadas. Pese a que los managers estaban a la expectativa, ya no era lo mismo. La cabeza les decía una cosa y el corazón otra. Tocaban muy bien pero no se sentían satisfechos. La separación fue una decisión colectiva tomada en base a la incertidumbre. Todos se pusieron a trabajar o estudiar. Alex y Manolo se quedaron en Inglaterra para hacer su vida. El primero fue el único que no siguió tocando; Manolo, en cambio, nunca salió de la música. Billy Morgan, por su parte, viajó a Estados Unidos y se dedicó al negocio inmobiliario, aunque nunca dejó de lado la música. En 1973 regresó a Perú y ayudó a Zulu –quizás el mejor cantautor de la época– en su primer y único disco. Y luego, se los tragó el olvido. Nadie volvió a escuchar nada de ellos durante cuatro décadas. Pero este año las cosas prometen cambiar.

El sello Repsychled Records está trabajando en la edición de un CD con la música inédita de Los Mad’s, tanto aquella grabada en el Perú como en Inglaterra. Es casi seguro que se incluirá algún tema en concierto de su despedida en el Santa Úrsula o en el Galaxy. Los peruanos podremos confirmar, entonces, el nivel musical avanzadísimo de la mayor banda de culto salida de las canteras del rock nacional. Tengan cuidado, los locos han regresado y están más molestos que nunca.

* Articulo escrito por Carlos Torres Rotondo, publicado en junio de 2011 en la revista Dedo Medio.

the mads - fly away


the mads - tumorbossa


the mads - if you feel

jueves, 10 de diciembre de 2009

PRESENTACION DE LIBRO "DEMOLER" CONGREGO A LEGENDARIOS DEL ROCK PERUANO



Carlos Torres Rotondo presentó "Demoler" durante la clausura de la "Feria del Libro Ricardo Palma", y lo hizo rodeado de los dinosaurios más emblemáticos del rock nacional, y ante una de las audiencias más numerosas que se haya registrado en el conglomerado cultural llevado a cabo por primera vez en el vértice del Museo de la Nación.

El escritor quien durante su disertación estuvo flanqueado por Roman Palacios, integrante de la legendaria banda Los Yorks y Saúl Cornejo factotum de New Juggler Sound, Laghonia y We All Together, sostuvo que la obra es por naturaleza un libro "colectivo y familiar" porque congrega toda clase de vínculos, desde las musicales, hasta las personales e incluso familiares ya que logró conectarse con las viejas glorias de la música y a su vez, reconectar a éstas entre sí. "Demoler implica que tenemos mucho que construir" explicó, refiriéndose a que es necesario preservar la memoria colectiva más aún cuando después de 40 años la música de ésta generación ha sido redescubierta concitando la atención mundial.


carlos torres rotondo y pancho guevara de los saicos
foto: renzo sánchez

"Demoler" narra los cimientos del rock nacional desde 1957 hasta 1975 y en el, se encuentra registrada la más diversa, colorida y exquisita información que los propios artistas de la época, fueron despachando a través de entrevistas que Torres Rotondo fue recopilando periódicamente hasta sumergirse entero en la elaboración del libro -que dicho sea de paso- fue escrito en un período personal muy dificil que tuvo que afrontar durante su estadía en España. Ironizando un poco el tema, dijo que se trataba de un "esquizolibro".

En otro pasaje de la presentación Roman Palacios halagó el trabajo minucioso del escritor y no escatimó en destapar controversia al expresar su inconformidad por la manera como había sido abordado el tema de Los Yorks en un anterior libro (de otro autor) sobre los orígenes del rock nacional. Palacios sostuvo que no se le hizo consulta ni entrevista alguna a ningun miembro de Los Yorks en referencia a que los trajes que usaban, según cosigna dicha publicación, habían sido confeccionados con mantel de mesa.

Palacios explicó que no era cierto y que esos trajes habían sido confeccionados primero en Gamarra y después en una de las tiendas de telas más exclusivas del Jirón de La Unión, además, sostuvo que se trató de una maña para menospreciar a Los Yorks en la que el autor se coludió con un "informante" que al parecer, según dejó entrever, se trata de otro músico pero de una banda rival de la época.

Fiel a su espíritu controversial Palacios respaldó la postura contestataria del rock n roll frente al sistema e incluso hizo mención a una frase que le quedó grabada a Torres Rotondo; "nosotros nos tirábamos a nuestras guitarras".

Por su parte, Saúl Cornejo, empezó su speech parafraseando el lema de Los Yorks, "en cambio, nosotros les hacíamos el amor a las guitarras". El fundador de New Juggler Sound, Laghonia y We All Togehter dijo que en esa época había un respeto mutuo entre los músicos y que aquellos tiempos comparados con los de hoy eran de absoluta inocencia, también manifestó que la motivación de cantar en inglés era por que querían que su música se escuchara más allá de las fronteras.


dinosaurios del rock peruano
foto: renzo sánchez

Al finalizar la presentación Carlos Torres Rotondo saludó a Pancho Guevara, baterista de Los Saicos, quien se levantó de su asiento para saludar a los presentes llevándose estruendosas palmas de reconocimiento por parte de músicos, periodistas, seguidores, adultos y adolescentes que se encontraban entre el público. En seguida, invitó a todos los músicos presentes en la sala para que se acerquen a la mesa de conducción desatándose un emotivo momento "kodak" de antología, en la que se ven reunidos músicos de Laghonia, Los Saicos, Pax, The Mads, Los Yorks, Telegraph Avenue, entre otros.

El libro trae consigo un CD editado por el sello Repsychled que recopila grandes éxitos de bandas de esas épocas.

jueves, 6 de agosto de 2009

SALIO "DEMOLER", LA HISTORIA DEL ROCK NACIONAL POR FIN YA TIENE SU BIBLIA



¿Todo tiempo pasado fue mejor? quizás si analizamos el brillante origen del rock nacional, su evolución y el estancamiento creativo en el que se encuentra en los últimos años, podríamos decir que sí. No me cabe duda que el pasado del rock peruano es su mejor carta de presentación ante el mundo, que alguien me diga lo contrario.

En aquellos años, el Perú era otro, no había piratería, el gusto popular no estaba tan concentrado en los ritmos tropicales como ahora, el rock n roll se escuchaba y se practicaba en cada rincón del país, las matinales eran éxitos rotundos, la difusión y el marketing hacían funcionar a la perfección el mercado del disco, y sobre la creatividad.... ni hablar, el rock peruano estuvo siempre a la vanguardia marcando el paso en la región y su trascendencia solo era comparable con las cosas que se hacían en Estados Unidos, Europa o Brasil. Solo tomar conciencia del enorme impacto alrededor del planeta que producen en la actualidad las reediciones europeas, japonesas, estadounidenses y peruanas en formato CD o VINILO de aquellas viejas glorias que dieron inicio a la historia del rock nacional.

Desde la aparición de Los Millonarios del Jazz, Los Incas Modernos y Los Kreps, pasando por Los Saicos; hoy considerados precursores del punk, Los Texao de arequipa; primeros latinos en "chartear" en la revista Billboard, Los Belkings; primera banda de rock instrumental de Latinoamerica y única en el mundo que le pisaba los talones a The Shadows y The Ventures. Recapitulando la fabulosa sicodelia de Los Holys, el "ritmo enfermedad" de Los Yorks y el sensacional hit "Meshkalina" que llevó a Traffic Sound a realizar la primera gira internacional de una banda sudamericana, hasta la aparición de Tarkus; primera banda binacional de heavy metal latinoamericano, han pasado cinco décadas de rock n roll hecho en el Perú y la historia de sus inicios hace tiempo merecía ser reivindicada y escrita en un libro, hasta que al fin se prendió la luz.

La reciente aparición de "DEMOLER. Un Viaje Personal Por La Primera Escena Del Rock En El Perú 1957 - 1975" (Revuelta Editores, 2009) escrita por Carlos Torres Rotondo, resulta ser una de las sorpresas más gratas que se hayan publicado en los últimos años. Bien fundamentado, basado en entrevistas, archivos y recolección de datos proporcionados por los propios protagonistas de aquella época de fulgor, es sin duda un enorme aporte a la memoria colectiva nacional y uno de los principales referentes bibliográficos más importantes sobre la historia del rock bicolor que se conozca hasta la fecha.

Para conocer mayores detalles del contenido de éste libro, encontré una entrevista publicada en "Proyecto Patrimonio" que compartiré con ustedes en su totalidad, léanlo, está ultrainteresante. Los dejo con el texto completo.


Entrevista a Carlos Torres Rotondo, Escritor.
Por: Gabriel Ruiz Ortega.

“Para mí el rock no solo es un ritmo o un género musical. Es también una actitud y una serie de valores”.


carlos torres rotondo
foto: proyecto patrimonio

Desde el anuncio de la publicación de "Demoler. Un viaje personal por la primera escena del rock en el Perú 1957 – 1975" (Revuelta Editores, 2009), la expectativa ha ido creciendo, prueba de ello son las entrevistas concedidas antes de su salida al mercado. No es para menos, "Demoler" es una invitación a recorrer los años maravillosos de la primera escena del rock peruano; escrito con el pulso del novelista y el escrutinio del historiador, este libro está llamado a ser un referente ineludible. Su autor, Carlos Torres Rotondo (Lima, 1973), está considerado como uno de los mejores narradores peruanos de hoy.

Tengo la impresión de que "Demoler" es un proyecto que venías gestando desde mucho antes de la escritura de tu novela "Nuestros Años Salvajes".

En realidad "Demoler" lo comencé a escribir desde el día de mi nacimiento. Mi padre era uno de los mejores bajistas de la primera escena del rock en el Perú –según los testimonios recogidos– pero yo no sabía nada de su historia. Sin embargo, fui fabulando secretamente qué había pasado, hasta que en 1999 un pata me pasó dos cassettes de 90 minutos cada uno. Aluciné, básicamente por el magnífico nivel musical de los rockeros nacionales de aquellos tiempos. Estuve investigando de 1999 a 2001, encerrándome en hemerotecas y entrevistando a músicos. Ese último año viajé a España, donde leí todo lo que pude sobre la revuelta juvenil de los sesenta, ayudé en la producción de reediciones de grupos como Los Holy’s o New Juggler Sound; pero sobre todo, por medio del correo electrónico, el chat y el teléfono, culminé las entrevistas que faltaban. El primer borrador lo escribí el 2003 y lo dejé descansar un año. De ahí he corregido hasta el 2008, cuando vine a Perú a publicar el libro. Quiero decir también que este libro lo he escrito sin financiamiento de nadie, sin editor ni equipo de investigación, en la miseria económica (ni siquiera la modestia) y en la absoluta soledad que padecen los inmigrantes. Sin embargo, la etapa en la que escribí Demoler fue una de las partes más intensas y felices de mi vida, fue un tiempo donde di y recibí mucho amor, y espero que eso se note en el texto. En realidad yo no escribí Demoler, más bien el libro me escribió a mí, me ayudó a construirme como ser humano.

“El oso” Torres, tu padre, era considerado por los músicos de la época como el mejor bajista.

Eso me dijeron todos los músicos de los sesenta, no sé si por patería, aunque no lo creo; al mencionar mi filiación todos sus colegas me mostraron un cariño y un respeto impresionantes; y eso se debe sólo a mi viejo, no a mí. En todo caso yo lo he visto tocar distintos estilos (de jazz a krautrock) y es impresionante. Durante años yo creía que no había grabado nada, pero si juntamos todas las grabaciones que hizo con Gerardo, el 45 del Ayllu y varias caleturas más, existirían varias muestras de su talento en la época. Más avanzada su vida hizo lo que muchos músicos de su generación: abandonó el rock por el latin jazz. El problema es que el grupo principal de mi viejo, Dr. Wheat, no grabó, y eso se ha perdido para siempre. Dr. Wheat es una leyenda: sigo encontrándome con viejos rockeros que recuerdan los dedos gordos de mi padre, como un boxeador, pasando de traste en traste por su bajo. Y esos mismos rockeros siempre recuerdan a mi abuelo y la ayuda que le dio al rock nacional, ya que cedió el garaje de la casa y permitió que lo insonorizaran con tecnopor (ahí además los músicos guardaban sus caleturas). Dr. Wheat fue ante todo un grupo vocal; estaban Pacho Mejía, el Mono Chaparro… unos vozarrones; quien sabe, si hubieran grabado habrían sido considerados los Byrds peruanos.

Los Mad´s tampoco grabaron.

Hay grupos que grabaron poco, a veces con escaso material propio y sólo un 45; están los que jamás grabaron porque les llegaba al pincho pacharaquearse, como es caso de Los Mad´s; están los discos bacanes malogrados por la falta de profesionalismo de la casa discográfica; y por último están los grandes grupos que no grabaron nada, como fue el caso de DR. Wheat, Kabul, Catarsis y un largo etcétera. Felizmente nos quedan los discos realmente existentes y la excursión psíquica para alucinar esa movida.

En Youtube hay cosas de Los Mad´s. Fácil debe ser el mejor grupo en la historia del rock peruano. Hasta llegaron a talonear a los Rolling Stones.

El caso de Los Mad’s es paradigmático de nuestra escena: de casualidad Mick Jagger y Keith Richards los vieron tocar en el Galaxy. Les dieron todo: departamento en Londres, estudio de grabación (Stargroves, nada menos), les permitieron telonear a bandazas como Taste o Derek & The Dominoes y los invitaron a Wight. Y Wight no fue cualquier cosa. Hubo 600 000 personas y musicalmente fue, según lo que he escuchado, el mejor festival de la época. Pero Los Mad’s perdieron la oportunidad; cuento en el libro el porqué de este suceso; ahora sólo nos queda escucharlos en las canciones que han colgado en YouTube y que al menos demuestran que realmente eran uno de los mejores grupos de rock de la región. A mí lo que me jode es que se perdió el mejor escaparate posible para un grupo de la primera escena del rock en el Perú; que Los Mad´s no tocaran en Wight fue una tragedia mayor que la cancelación del concierto de Santana.

Es muy difícil asimilar que de la noche a la mañana se haya quebrado el rock peruano, calificado como el mejor de Latinoamérica.

La contracultura de los sesenta y setenta se agotó en 1973 a nivel global, no sólo en el Perú. ¿Qué sucede por ese entonces?: crisis del petróleo, Watergate, golpe de Pinochet para implantar Chile como laboratorio privilegiado por los economistas de la escuela de Chicago. Se distribuyeron ácidos pateados a niveles industriales: basta ver el concierto de Altamont. ¿Quiénes estaban detrás repartiéndolos? ¿Por qué se sembró de heroína los guetos contraculturales? Además, desde la segunda mitad de los setenta, Latinoamérica se convirtió en un desierto gobernado por gorilas entrenados en la tristemente célebre Escuela de Las Américas. Véase el caso de Perú, Chile, Uruguay, Argentina, por poner los ejemplos más conocidos. El poder, la sombra económica que gobierna desde detrás de la política, exterminó, anuló, aburguesó, quemó y mató a una generación hermosa que de todas maneras hubiera hecho un mundo mejor. El caso de la muerte del rock peruano es sólo un pequeño punto en un movimiento geopolítico global frente al cual no tengo calificativos.

¿Cuánta responsabilidad tuvieron los protagonistas en esta súbita desaparición?

Muchos vieron la música como un hobbie y al acabar la universidad se pusieron a trabajar. Otros decidieron seguir en la música, emigraron y trabajaron de mercenarios en hoteles o grabando música pacharaca e hiperproducida; otros se fueron al latin jazz; algunos quemaron por las drogas. Pero lo determinante fue no conocer el do it yourself (el “hazlo tú mismo” del que hablaba el punk); el comportarse, a veces, como ídolos o rock stars, con un ego que los hacía leer la realidad de manera distorsionada, también ocasionó la ruptura de varios colectivos musicales. No quiero señalar culpables -en este caso no soy ni tombo ni juez; sólo un humilde detective privado trabajando ad honorem-, pero la verdad es que la generación no estaba preparada para la respuesta del sistema, que fue brutal. A mi padre, por ejemplo, le quitaron lo que más amaba: su música y la posibilidad de expresarla frente a alguien que lo comprendiera. ¿Qué haces frente a eso?

En aquella escena se vivía una suerte de conexión musical, como si Lima fuera un punto de “encuentro”. Pienso en Tarkus, el primer grupo de Heavy Metal en castellano, cuyo fundador fue un guitarrista argentino.

Para mí la música no es una carrera de caballos. Las escenas rockeras de los sesenta-setenta que más me gustan de América Latina son: Brasil, Uruguay, Chile, Venezuela y, obviamente, Perú. En ese sentido no soy nacionalista y menos aún chauvinista. Sobre el caso de Tarkus, el líder era Darío Gianella (argentino) y hacían hard rock en castellano en 1972. Solo que se olvida que en los 70 Pax hacía hard rock en inglés. Hay que decir que en la época se hablaba de “música pesada”. La etiqueta Heavy Metal alude más bien a este tipo de rock pero ya en los ochenta. En todo caso, podríamos decir que Tarkus fue “proto heavy metal”, si prefieres. Tarkus es un caso rarísimo: power trio con cuatro personas, dos argentinos y dos peruanos, haciendo rock pesado con temas propios y letras psicodélicas en castellano. Es una combinación recontra extraña y original. Y su historia, con esa secta como Los Niños de Dios y todos esos viajes, tanto internos como externos. Me lo pudo haber contado Philip K. Dick, pero en realidad lo hizo Christian Van Lacke, el hijo del bajista original de Tarkus; es bien loco, porque ambos somos hijos de los sesenta y de alguna manera estamos jugando de nuevo, a nuestra manera, un rollo que fue originalmente de nuestros viejos.

Como tal, Demoler es un libro extraño. Considero que los recursos multidisciplinarios de los que haces uso, lo vuelven más “plástico”, ya que también puede leerse como novela, crónica, ensayo.

Hay dos aspectos: el metodológico y el género en el que el libro podría clasificarse. Comienzo con el primero. Yo he estudiado literatura, soy licenciado en Comunicaciones y he llevado cursos de postgrado en España como vano intento de tener una base filosófica directamente destinada al estudio de la cultura y las mentalidades que la sustentan. Necesitaba ese saber para poder escribir este libro. Sin embargo, el 90% de mi cultura es autodidacta: yo me eduqué en la biblioteca de mi abuelo, el psiquiatra Humberto Rotondo, que estaba interesado en temas tan diversos como psicología, literatura, antropología, historia, artes plásticas y muchos más. A la hora de hacer Demoler tuve primero que hacer entrevistas (complicadísimas, llenas de detalles, como las del Nuevo Periodismo), análisis cualitativos, comprender la historia de la música; y luego sacar las implicancias del caso, basándome principalmente en las ciencias sociales y humanidades.

Sobre el género…

Parto de dos premisas y llego a una conclusión. En primer lugar, creo que una de las tantas deudas que existen a nivel latinoamericano es la historia del espectáculo y las mentalidades y valores que lo sustentan. En segundo lugar, Gilles Deleuze dice que los mecanismos de normalización del poder tienden a trazar líneas verticales y horizontales, es decir, a encajonar; abstraer significa también separar y en cierta forma, mutilar. Mi interés por eso está dado en las excepciones y en las discontinuidades; mediante grietas, ventanas hacia el otro lado, puede observarse lo que normalmente las instituciones del poder nos impiden conocer. Pasemos al tema del género. Yo soy un narrador, no un poeta ni un teórico. Lo mío es contar historias, es lo que más me divierte. Sin embargo, no solo me interesan las ficciones clásicas de la literatura universal, sino la historia, el periodismo, el cine y la narrativa gráfica. Además, soy fan de géneros como el policial, el horror y la ciencia ficción; por no hablar de los relatos de aventuras y viajes, tanto internos como externos. Todo eso está presente en mi mente cuando construyo una historia. Espero que se note. Creo, ahora que le tengo cierta distancia, que Demoler es un texto de fusiones, un libro mestizo. Tiene un 90% de narrativa y un 10% de ensayo. Todos los hechos contados han sido confirmados con la mayor cantidad posible de fuentes. Y sin embargo, este libro contiene un cierto grado de ficción: cuanto lo que me cuentan y que confirmo en mis habituales labores de investigador privado. Por un instante olvidemos que este libro ha sido escrito por un peruano radicado en España que se ha dedicado a reconstruir una serie de sucesos que acaecieron antes de su nacimiento. El género al que pertenece Demoler está claramente enraizado en una tradición anglosajona que se remonta, hasta donde recuerdo, a la biografía del doctor Johnson que escribió James Boswell en 1791. A Sangre Fría, Miedo y asco en Las Vegas, Por favor mátame, El corto verano de la anarquía, Conversaciones con Bakunin y un largo etcétera poseen bastante relación con el rollo que me planteé para escribir el libro; nuevamente, espero que eso se note.

¿Crees que el rock peruano pudo ser mejor se mantenía en el imaginario lo hecho por esta gente? Tengamos en cuenta que la escena actual atraviesa un muy buen momento, al punto que Los Protones, por ejemplo, son tributarios de Los Belking´s.

Prefiero no responder preguntas al estilo “qué hubiera pasado si…” Pero hay algo que sí me parece claro, y es que la influencia de la primera escena del rock en el Perú es algo que se ha dado recién ahora, en parte debido a la exhumación de material sesentero y setentero. Hay grupos brillantes: Los Protones, Don Juan Matus, El Cuy, Tlon, La Ira de Dios, Chamanes y un largo etcétera. Son una escena pequeña y todo el mundo se conoce, solo que también los conoce gente seleccionada alrededor del mundo. Además están surgiendo fusiones interesantes: Los Chapillacs, o los inclasificables Shaolines del Amor. El problema es lo escaso del público nacional (La Ira la rompe en Alemania y Matus en Grecia; pero aquí nadie los manya), pero el nivel musical que tuvo el rock hecho en el Perú en los sesenta ha regresado y ese momento es ahora. Tenemos un underground de lujo, falta una infraestructura y una cultura de conciertos mayor, pero creo que se ha avanzado bastante a nivel profesional. El sonido de los conciertos en los ochenta era malísimo, por ponerte un caso.

¿La escena rockera peruana, como tema, seguirá presente en tus futuros libros?

Voy a escribir una nouvelle de ficción inspirada en la historia de mi padre en Dr. Wheat. El rock está ahí como telón de fondo; lo que quiero hacer en ese libro es básicamente preguntarme por las relaciones humanas. Por cierto, no pienso hacer una segunda parte de Demoler, esa decisión ya ha sido tomada. Además, tengo bastantes proyectos en el congelador: hay una novela sobre la inmigración en España, una novela sobre mi familia paterna; ambos borradores debo reescribirlos… Tengo también una nouvelle de horror sobre la destrucción de idolatrías como mito fundacional peruano. Es una especie de Witchfinder General, la película de Michael Reeves, de 1968, donde entro de lleno en el horror como forma de entender el contrato social nacional… Pero lo más probable es que primero publique Parásitos. Es un ajuste de cuentas con los noventa, muy en la nota Russ Meyer, escrita en colaboración con José Carlos Irigoyen, mi socio en muchas de estas empresas literarias.

Aunque parezca redundante, la pregunta es inevitable: ¿qué es el rock para ti?
Para mí el rock no solo es un ritmo o un género musical. Es también una actitud y una serie de valores; lo que los griegos llamaban una paideia, es decir, una educación moral. Demoler lo escribí como un acto de amor, por eso tuve la paciencia de aguantar toda esta intensidad durante más de una década y no sacármela de encima antes sin haber confrontado datos. Este libro es por eso la respuesta a lo que la música me ha dado.

Extraído de "Proyecto Patrimonio"
Publicado por Gabriel Ruiz Ortega